Capitulo 1
Tal vez no sea el mejor padre, sin embargo, a mi hija nunca le faltó de nada, ni ropa, ni comida, y mucho menos amor. Aunque su madre y yo ya estábamos divorciados, entre nosotros había una buena relación de amistad, por lo que yo me llevaba a Sandra a mi casa o de paseo siempre que quería, no había ningún problema.
Mi hija Sandra es una chica joven, aún en el instituto. Es morena, y delgada, y como hombre no puedo evitar decir que su cuerpo es muy atractivo. Su piel es morena, su pelo liso y negro. A pesar de ser delgada tiene un culo respingón y redondito. Y sus tetas pequeñas pero bonitas.
Nunca antes había visto a mi hija en un plano sexual hasta que llegó aquella experiencia que cambió nuestra vida para siempre.
Todo pasó un martes de verano. Como Sandra no tenía clases, se vino a pasar unas semanas conmigo, pero yo aún estaba trabajando. Como cada día, aquel martes, me fui a la oficina por la mañana, y no regresaría hasta la noche, así que Sandra se quedaría sola todo el día, bueno sola del todo no, estaría en compañía de mi perro Rocky, un pitbull negro majestuoso.
Aquel día llegué a la oficina con normalidad, hice unas llamadas, unos documentos y a las 2 de la tarde fui a un restaurante a comer. Volví a la oficina, me disponía a seguir con el trabajo, pero me di cuenta que ya iba bastante adelantado, y lo que faltaba lo necesitaría para la semana siguiente, así que avisé a Fátima, mi secretaria, que esa semana me la cogería de vacaciones y así podría pasar la semana con Sandra y tal vez hacer un viaje.
Sali de la oficina muy contento, me subí en mi coche y me dirigí a casa, aparqué, a las 4 de la tarde. Y entré en casa.
Al entrar no vi a nadie en el salón, miré en la cocina y no había nadie, ni Sandra ni Rocky. Así que empecé a subir las escaleras hacia el segundo piso, donde me imaginaba que estaría Sandra en su habitación. Mientras subía escuchaba ruidos, gemidos y suspiros. Pensé que tal vez Sandra estaría masturbándose, no me parecía mal, pero al pensar en mi hija de esa forma una curiosidad sexual me invadió y quise ver si eran ciertas mis sospechas y si mi hija se estaba masturbando.
Me acerqué poco a poco a la puerta de su habitación, no estaba cerrada, la abrí un poco y lo que vi jamás podría habérmelo imaginado.
Sandra estaba a cuatro patas en el suelo desnuda, apoyando su cabeza en la cama, y detrás de ella empotrándola, y penetrando su coño estaba Rocky dando embestidas a mi hija. Esa imagen de mi hija siendo follada por mi perro provocó que mi polla se pusiera dura, y sin pararme a pensar desabroché mi cinturón, me saqué la polla y empecé a masturbarme viendo aquel espectáculo. Sandra gemía recibiendo la polla de rocky y en un momento dado su cabeza giró y me vio, vio a su padre espiándola y haciéndose una paja. Su reacción fue gemir más fuerte, mi reacción fue abrir la puerta del todo y entrar.
No salía de mi asombro, Sandra seguía disfrutando de un perro y permitía que su padre se pajeara mirándolo.
Entre embestidas y gemidos me dijo: —papi, quítate la ropa, siéntate y disfruta.
Como si fuera mi dueña obedecí, me quite la ropa, me senté en un sillón de su cuarto, y seguí masturbándome.
Mi hija sacó a rocky de su coño, y empezó a chupársela hasta que de la polla de rocky salió mucha leche y yo con aquella imagen no pude aguantar más y también me corrí, uno de mis chorros cayó en el suelo, el resto en mi tripa, mi pecho y mi mano. Mi hija después de sacarle la última gota a rocky me miró y me dijo: —Jo papá, ¿tú también?
Y gateando se fue acercando a mí, bajó su cabeza y de un lengüetazo limpio el resto de semen del suelo, se acercó más a mi hasta apoyar sus brazos en mis muslos, y con su lengua fue limpiando cada uno de los restos de mi lefa. Me miró a los ojos, y sin quitarme la mirada de encima, introdujo mi polla flácida en su boca, la succionó dos veces, se la sacó de la boca y haciéndome una paja, mirándome a los ojos me dijo: —papá, no sabes cuánto tiempo llevo esperando esto.
Se levantó, y se fue al baño a ducharse. —Voy a limpiarme todo el semen de rocky... Si quieres puedes mirarme— dijo, y yo como buen perro faldero la seguí al baño. Me dijo que me sentará en el váter e hiciera lo que me apeteciese. Me senté, y ella se metió en la ducha, abrió la llave y el agua empezó a caer por el cuerpo de mi hija, mi polla volvió a ponerse dura y yo empecé a masturbarme. Sandra lo vio, y se puse dándome la espalda y se agachó dejándome ver su coño y su culo, no aguanté y me corrí, en ese momento recobré la conciencia, y me di cuenta de que aquello estaba mal, me limpié rápidamente el semen y salí del baño. Me vestí, salí de casa, me subí al coche y empecé a conducir, intentando olvidar lo que había visto y lo que había experimentado.
No volví a casa hasta que no era de madrugada y sabía que Sandra estaría dormida.
Llegué a casa, sin hacer ruido, tampoco quería despertarla, subí las escaleras y todo estaba apagado, entré en mi habitación, cerré la puerta, encendí la luz y en la cama, bien puestas y junto a una nota estaban un tanga de Sandra. Cogí la nota y la leí: —Papá, siento lo que ha pasado hoy, pero desde que conozco el sexo tu eres mi mayor fantasía. Se lo que buscas por internet, incestos, lluvia dorada, y me encanta. Espero que con este obsequio quieras cumplir fantasías con tu hija. Este tanga es de hoy, después de que te fueras me lo puse y me masturbé con él, me corrí y oriné con el puesto, espero que te guste. Te quiero
Atentamente: Tu hija.
Cogí el tanga y vi que tenía un líquido blanco seco, me lo acerqué a la nariz y efectivamente olía a flujo y a orina de Sandra, volví a masturbarme, pero esta vez todo mi semen cayó en el tanga de Sandra dejándolo empapado. Lo cogí, salí de mi habitación, entré despacio en la de Sandra y puse el tanga en el sillón y me fui.
Durante la noche no pude dormir, no paraba de pensar en que todo eso estaba mal, así que decidí estar el menor tiempo posible en casa, al día siguiente iría a trabajar, no podía estar en casa.
Pero era un iluso y no sabía que Sandra conseguiría todo lo que quería.
Aquella noche no dormí, recordaba cada momento el cuerpo desnudo de Sandra, mi hija. Recordaba como dejo que la follara Rocky, nuestro perro. Recordaba, y no podía parar de recordar igual que no podía bajar mi erección.
A la mañana siguiente, sin haber dormido apenas nada, decidí salir de casa muy temprano, evitando así encontrarme con Sandra.
Llegué a mi despacho a eso de las 8 de la mañana, Fátima mi secretaria quedó extrañada, ya que había dicho que me tomaría la semana entera de vacaciones, pero tampoco hizo preguntas. Terminé el trabajo de las dos semanas siguientes en apenas dos horas. A las 10 ya no sabía qué hacer, fui a un restaurante a desayunar, y volví a la oficina. Estando en mi despacho recibí un mensaje al WhatsApp, era Sandra y decía: ’’Hola papi, me ha gustado mucho el regalo que me has dejado en la puerta esta mañana, te quiero’’ y seguidamente me envió una foto suya, un selfi, ella sin ropa, solo llevaba el tanga manchado de semen. Ver la imagen hizo que mi polla pasara de 0 a 100 de cuatro segundos. Pero reaccioné, y borré el mensaje y la foto. Una hora después volvió a sonar mi móvil, era otro WhatsApp de Sandra: ’’Papi…no puedo dejar de pensar en ti’’ acompañado de otra foto de ella sentada en su silla del ordenador, frente a un espejo abierta de piernas, con su mano izquierda sostenía el móvil, con dos dedos de su mano derecha abría su coño dejándome ver aquella maravilla. Mi polla volvió a ponerse firme.
Me quedé mirando la foto de Sandra mientras con mi mano derecha me acariciaba la polla por encima del pantalón, de repente sonó el teléfono de mi despacho, era mi Fátima: —Señor, está aquí su hija dice que pasa a verle—. No me dio tiempo a poner una excusa, y por la puerta entró Sandra, vestía una falda de cuadros negros blancos, y una camiseta muy corta, que terminaba por debajo de sus tetas y muy ajustada, se notaba que no llevaba sujetador, se le marcaban los pezones.
Al entrar cerró la puerta, y echo las persianas de la cristalera del despacho, se pudo frente a mí, y se levantó la falda diciendo: —Mira papá, llevo las braguitas con tu semen, pero ahora quiero leche fresca—. Se acercó a mí por un lado del escritorio y se puso de rodillas, saco mi polla y empezó a chupármela. Con su lengua subía y bajaba por mi tronco, se metía la polla entera en su boca, hasta tocar con la barbilla mis huevos. La puerta sonó, Sandra rápidamente se metió debajo de la mesa sin dejar de chuparme la polla. Por la puerta entró Fátima.
—Perdone señor, necesito que me firme unos docum…disculpe… ¿y su hija?, ¿no estaba aquí con usted?
Iba a decir que se acababa de ir, pero Sandra desde abajo dijo: —Estoy aquí abajo Fati, cierra la puerta y acércate.
Fátima cerró la puerta, se acercó y se encontró con aquel espectáculo, mi hija de rodillas comiéndome la polla. Fátima no reaccionaba, la gente empezaría a preguntarse por qué mi secretaria, mi hija y yo estábamos en mi despacho con las cortinas cerradas. Ordené a Fátima que saliera y así lo hizo, Sandra siguió chupando, cada vez más rápido, y cada vez más al fondo se metía mi polla, no aguanté más y empecé a correrme, Sandra no dejó que ningún chorro se escapara de su boca, terminé de eyacular, Sandra chupo mi capullo, y se tragó toda la leche que había sacado. Se puso de pie y me dijo: —Gracias papi, estaba muy rica, te espero en casa— se dirigió hacia la puerta y antes de salir dijo: —por cierto, deberías invitar salir algún día a Fátima, se nota que le pones— y salió por la puerta.
Metí mi polla dentro de mi pantalón y me quedé pensando. Tras unos minutos el teléfono sonó: —¿Señor, podría firmarme los documentos ahora que está desocupado?
Le dije que sí, y Fátima entró, cerró la puerta, me puso los papeles en la mesa y se sentó enfrente mia. Los firmé y se los di, los cogió y se quedó mirando a mis ojos: —Señor...he visto lo que hacía con su hija, quiero un aumento de sueldo—. No podía decir que no, era una chantajista y además, sin duda, era la mejor secretaria que había tenido, así que sin dudarlo le dije que sí, que su sueldo estaba aumentado, me lo agradeció, se levantó, se subió a la mesa poniéndose de rodillas dándome la espalda y se bajó los pantalones y las bragas hasta las rodillas. —Llevo mucho sin sentir nada dentro de mi señor, cómame el coño porfavor—. No hacía falta que me lo dijera dos veces, enterré mi cara en su culo y mi lengua en ese coño treintañero, metía mis dedos en su coño, primero dos, después tres...cuatro...y cinco...su coño era enorme, después mi lengua subió a su ano y empecé a comérmelo. —Me corro...— tras decir esto, de su coño salió lentamente un líquido blanco espeso que con gusto yo recibí con mi boca y tragué. Fátima se bajó del escritorio, se subió los pantalones, cogió los papeles y fue hacia la puerta, antes de salir dijo: —Algún día su hija, usted y yo podríamos pasarlo bien juntos, ah y por cierto gracias por el aumento.
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