viernes, 3 de abril de 2020

Las gemelas



Las gemelas. 

El principio de todo. 

Alicia y María, gemelas de nacimiento. Alicia había nacido cuatro minutos antes por lo que la convertía en la mayor, aunque a María esto le interesaba poco a pesar de los esfuerzos de su hermana de recordárselo día y noche. También tenían otro hermano, mayor. Antonio, pero el hacía tiempo se había independizado del núcleo familiar y vivía con su novia.

Eran dos chicas muy atractivas, compartían el rubio con mechones castaño de sus cabellos, ojos azules y el rostro, aunque la cara de María era algo más circular y la de Alicia más fina, aún así esto era lo de menos. Lo más espectacular era la diferencia de sus cuerpos, Alicia era una chica de estatura media, delgada, con tetas pequeñas pero grandes caderas y un culo increíblemente precioso que hacía que todo aquél que la mirará se calentara. María por su parte era unos centímetros más alta que Alicia, algo más robusta que su hermana, un buen culo, pero la gran diferencia eran sus dos tetas, no era enormes, pero si eran bastante grandes a comparación con las de su hermana, y ella lo sabía. No tenía problema alguno en ponerse escotes, incluso ropa con la que se transparentara su cuerpo y así enseñar sus tetas.

En casa nunca hubo ningún tipo de tabú respecto a lo que el sexo se refiere. Sus padres a pesar de llevar treinta años juntos no habían perdido la pasión, y cada noche de su vida las gemelas y su hermano mayor podían escuchar los gemidos y los gritos de placer de sus padres. Su hermano también era muy caliente por naturaleza, y las hermanas a veces le habían visto masturbarse y aunque a ambas esa situación las calentaba nunca llegaron a más.

Entre ellas no había ningún tipo de secreto, se contaban historias de amor, gustos, experiencias, etc. Y ambas sabían que tanto Alicia como María eran vírgenes, no es que esperaran al hombre perfecto, lo que esperaban era al hombre que las pudiera satisfacer a ambas juntas, por que ese era su sueño. Toda su vida había compartido juguetes, ropa, todo, y creían que lo justo era compartir a los hombres, y sus búsquedas se centraban en encontrar al hombre que a ambas les gustasen. Muchos fueron los pretendientes, pero hasta ahora ninguno había sido el afortunado, ya que o no le gustaba a Alicia o no le gustaba a María, pero aún así no tenían prisa, sabían que era sexo no era algo así como ‘’el fruto prohibido’’ por lo que esperar no les importaba, además juntas, ambas, se daban cariño mutuamente.

Cada noche solas en su habitación empezaban a oír como sus padres empezaban a jadear y a gemir, escuchaban los sonidos propios de dos cuerpos desnudo chocando, escuchaban algún que otro insulto como ‘’puta’’, ‘’zorra’’ o ‘’cabrón’’. Y esto a las gemelas las encendía hasta el punto de que o María o Alicia iba a la cama de la otra y juntas sin tocarse mutuamente se masturbaban hasta llegar al orgasmo juntas, pero no revueltas. Y así cada noche. Hasta que cierto día Alicia ahorro una pequeña cantidad de dinero y compró por internet un consolador, y aquella noche, cuando sus padres empezaron con los sonidos sexuales, Alicia se levantó de su cama, y María se quitó los pantalones y la ropa interior y esperó a su hermana. Alicia en vez de dirigirse directamente a la cama de su hermana, se dirigió al armario y sacó una bolsa de papel, y de dentro sacó el consolador. Un consolador morado de veinte centímetros de largo. Los ojos de María se abrieron como platos, era una gran sorpresa. De dentro de la bolsa de papel Alicia también sacó un pequeño bote de lubricante sabor a fresa. Y delante de su hermana sin pestañear, se bajó el pantalón del pijama, las bragas y la camiseta. Dejándose ver completamente desnuda por su hermana, por que aunque se masturbaran juntas, nunca ninguna de las dos había mirado a la otra hacerlo. María no se lo creía, su hermana estaba desnuda ante ella, sus pequeñas tetas, su cintura y su coño con un poco de vello rubio, y sin darse cuenta su propio coño empezó a lubricar, y su mano instintivamente fue bajando hacia su sexo y empezó a acariciarse. Una parte de ella no quería masturbarse por que era su hermana su quien la estaba calentando, pero la otra parte si quería y se cuestionaba si todas esas masturbaciones y orgasmos no eran sino por estar haciéndolo al lado de su hermana.

Alicia destapó el lubricante y embadurnó el consolador con él y se dirigió a la cama de su hermana dejando el bote de lubricante en el suelo al lado de la cama. Allí juntas y oyendo a sus padres follando, Alicia empezó a penetrarse con el consolador y empezó a gemir al lado de su hermana. María estaba muy cachonda, y empezó a hacerse, lo que ella creía, los mejores dedos de su vida, por y para su hermana. Tras diez minutos de gemidos, Alicia giró su vista a su hermana que tenía los ojos cerrados disfrutando:—¿quieres probarlo?—María como pudo, entre gemidos, dijo:—Sí.

Alicia buscó con su mano en el suelo el lubricante y lo cogió. Echó un poco en sus dedos. Y sin preguntar empezó a acariciar el coño de su hermana. María empezó a gemir, no sabía si su hermana era una experta haciendo dedos o su hermana la ponía cachonda, fuera como fuera estaba disfrutando como una ‘’zorra’’, como solían decir sus padres. Alicia, sacó el consolador de su coño, mojado de lubricante y de su propio flujo y empezó a penetrar a María. María sintió como esa polla de goma entraba en su interior, nunca había sentido nada igual. Alicia aceleró el ritmo y empezó a follar a su hermana, María estaba en una nube, nunca había sentido tal placer, sus piernas empezaron a temblar, y sintió una necesidad inmediata de mear, pero no le dio tiempo a reaccionar y dos chorros de un liquido transparente saltaron con fuerza de su coño, mojando por completo las sabanas, las piernas y el brazo de su hermana. Alicia paró, supo que había hecho correr a su hermana. Miró su brazo y lo vio empapado del liquido de María, y sin pensárselo y empezó a lamer, le encantaba ese sabor, y quería más, empezó a chupar el consolador como si fuera una autentica polla con el sabor a coño de su hermana. María estaba extasiada, pero no quería que la noche terminara ahí. Su hermana había llevado toda la iniciativa, era su turno, y sin decir palabra, se puso entre las piernas desnudas de su hermana, y dio una primera lamida. Alicia sintió como un escalofrió subió por su columna vertebral y soltó un gemido, pero no paró en ningún momento de chupar su polla de goma, imaginando que era del hombre que las follaría a ambas. María empezó a meter dos dedos en el ya de por si abierto y mojado coño de su gemela. Metió sus dedos hasta el fondo, los sacó mojados y los chupó, le gustaba el sabor de su hermana. Después introdujo su lengua, intentando coger con ella todo el flujo posible, y sacó bastante y lo disfrutó. Después le pidió el consolador a su hermana, y se lo introdujo, empezó a sacarlo y a meterlo, escuchando como la polla de goma entraba en el coño de Alicia y como ella gemía y gritaba de placer. Tras cinco minutos de penetración Alicia soltó un gemido bastante fuerte que seguramente habrían escuchado sus padres y sus vecinos y María supo que había conseguido el orgasmo de su hermana.

Estas experiencias siguieron durante semanas, se comían el coño mutuamente, se follaban, se saboreaban, todos los días esperaban con ansía la noche para poder correrse juntas.

Un día por una página de contactos, Alicia conoció a un hombre, de treinta años, maduro, con los pies en la tierra y perverso, algo que le encantaba a Alicia. Alicia le explicó que tenia una hermana gemela, y le comentó que querían compartir todo, absolutamente todo. Como a Alicia le gustaba, María se ofreció a intercambiar mensajes con él para conocerle, y para sorpresa de ambas, a María también le gustó. Ninguna le había visto la cara, pero su mente las había enamorado. Y empezaron a mandarle fotos normales juntas, después empezaron a enviar fotos desnudas hasta que empezaron a enviar videos cada noche que se follaban mutuamente. El hombre jamás mostraba su cara, y se hacía conocer como Don.

Así pasaron meses hasta que llegó verano. Ambas sacaron muy buenas notas, y en recompensa sus padres decidieron hacer un viaje a una de las Islas Baleares, donde alquilaron una bonita casa rural al lado de la playa, y así desconectar todos en familia.

Llegaron un viernes por la mañana, y nada más llegar las gemelas enviaron un mensaje de texto junto a una foto a Don.

—¿Vais a ir a la playa hoy?—preguntó Don.—Si es así, vais a hacer algo para mí.

Las chicas respondieron con una foto en bikini y un texto:—Tú mandas.

Don respondió con las directrices que tenían que tomar las gemelas, al leerlo ambas sonrieron con picardía y cachonda y felices fueron a la playa con sus padres. Se pusieron en unas tumbonas enfrente los cuatro enfrente al mar. Tomaban el sol mientras escuchaban las olas romper. El móvil de Alicia sonó, era un mensaje de Don—Lo quiero ya.

Alicia mostró el mensaje a su hermana, y María dijo a sus padres—nosotras vamos a dar una vuelta.

—Muy bien, nosotros nos quedamos aquí tomando el sol—respondió el padre de estas.

Juntas en bikini empezaron a caminar, Alicia con el móvil en la mano, llegaron hasta una pequeña caseta de madera donde la gente podía cambiarse de ropa. Entraron y echaron el pestillo. Dentro de la caseta había un banco para sentarse y un pequeño estante. Pusieron el móvil a grabar en el estante.

Ambas se quitaron el bikini quedando totalmente desnudas ante el móvil que las grababa. María empezó a acariciar sus tetas, mientras la mano de Alicia bajaba lentamente a su propio coño y empezaba a acariciarse. María miró a su hermana, cogió su mano y la acercó a su coño, Alicia sonrió y dejó que la guiara, empezó a introducir sus dedos en el coño de María. Alicia, hizo lo mismo, cogió la mano con la que María se acariciaba las tetas y la guió hacia su coño, su hermana empezó a introducir sus dedos dentro de él. Las hermanas gemían mientras sus manos masturbaban el coño de la otra. Aumentaron la velocidad, y juntas llegaron al orgasmo. Empezaron a reírse, mientras Alicia se llevaba los dedos mojados con el sabor del coño de su hermana a la boca y los saboreaba, y Marta hizo lo mismo, metiéndose los dedos hasta el fondo de su garganta. Se dieron un pequeño beso en los labios, se pusieron el bikini, cogiendo el móvil y parando el video. Y se lo enviaron a Don.

Salieron de la pequeña caseta de madera y se dirigieron a las tumbonas donde estaban sus padres y sentaron en ellas. El móvil de Alicia sonó, el Don había recibido el video.

—Os quiero conocer—fue la única respuesta que recibieron.

No hay comentarios:

Publicar un comentario